La Catalepsia no es una enfermedad, es el síntoma de una serie de trastornos como la epilepsia, la esquizofrenia y otras patologías.
El Dr. Monasterio padecía de catalepsia, y su lucha por lograr una cura perseguía fundamentalmente el profundo miedo a ser enterrado vivo.
Su primer gran logro fue sintetizar una droga que inducía el ataque cataléptico, un avance que dio origen a su frase más emblemática: “si se puede provocar, se puede curar”.
Tras años de investigaciones, diseñó un tratamiento que funcionó con roedores a los que estresaba con drogas y electrocuciones, pero confiado y ansioso por llegar al final del camino, anticipó sus experimentos con humanos sin publicar sus ensayos ni pedir autorización a la OMS.
De repente, todo se derrumbó y tras la muerte de cuatro pacientes, el resto de los enfermos abandonaron el tratamiento, desmejorados y con graves secuelas.
Familiares de las víctimas fueron en busca del Dr. Monasterio, pero no obtuvieron ningún rastro más del siniestro personaje hasta el día de hoy, en el que apareció como protagonista de un aviso fúnebre del diario local.
La muerte del Dr. Monasterio a cajón cerrado y casi en soledad, despierta sospechas de un grupo de familiares, dispuestos a ingresar clandestinamente por la madrugada a la sala velatoria que desde la medianoche estará cerrada.
En una hora llevarán el féretro al cementerio, es momento de investigar si el Dr. Monasterio simuló su muerte o pagará por sus pecados en otra vida…
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