Al Tío Luis ya casi nadie lo visitaba. Quizás su avanzada edad, su eterna soltería, una depresión, o quien sabe que rara enfermedad, lo había transformado en un personaje disperso, ermitaño y malhumorado.
Juan Manuel, su sobrino predilecto y único heredero, lo hacía solo esporádicamente, las pocas veces que viajaba a la ciudad, y en los últimos años, sus visitas eran tan escuetas como sufridas. No soportaba ver a su querido Tío Luis así, con su nerviosismo hiperactivo, sus ojos perdidos, su obsesión compulsiva, sus infinitos tics, y sus delirantes e incoherentes relatos sobre robos y estafas.
Pero finalmente, la muerte llamó al Tío Luis y la policía llamó a Juan Manuel, para informarle su fallecimiento y dejarle las llaves de su morada, entregadas por el vecino que denunció su deceso.
Juan Manuel viajo a la ciudad de inmediato, acompañado por sus amigos más cercanos, que lo ayudaron con los trámites funerarios, con el sepelio y con el entierro. Y con todo esto terminado, volvieron a la casa del Tío Luis, para inventariar sus pocas pertenencias.
Pero el sucio y oscuro PH de un ambiente contenía dos sorpresas que podían cambian sus vidas, una extraña alarma oculta que les impedía salir de la casa a pesar de tener las llaves, y algo más extraño aún: el resultado de un plan maquiavélico, una pesada herencia…
Escape Games - Nuñez
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